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¿Qué es Ilustración?

Tema en 'Arte Digital y Diseño' iniciado por REG, 18 May 2005.

  1. REG

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    ILUSTRACION
    (Definición del diccionario Akal de Estética)


    El uso del término ilustración para designar las figuras que decoran un texto, y las técnicas para ello empleadas, sólo se remonta al primer tercio del siglo XIX. Etimológicamente, la palabra conecta con el verbo ilustrar hacer más claro, más inteligible, y también, dar un chispazo de luz. Ilustración designó primeramente los adornos de los manuscritos antiguos; de este sentido paleográfico pasó al de los grabados en madera insertos en un texto; y ha acabado por significar las imágenes de los libros, cualquiera que sea el procedimiento empleado para hacerlas.

    Se debe distinguir, en la larga historia de la ilustración de los libros, dos grandes fases. La primera se remonta a la Antigüedad (especialmente a Alejandría): los manuscritos son adornados con imágenes "manuscritos con pinturas") frecuente mente coloreadas (miniaturas, iluminaciones); por definición, estas ilustraciones son obras únicas, aunque se suelen hacer varias copias de ellas. En la segunda fase, a partir de la invención de la imprenta en la primera mitad del siglo XIV, se recurre a técnicas que permiten multiplicar una misma ilustración; estas técnicas se diversifican muy rápidamente: grabado en madera, grabado en dulce en metal, litografía, serigrafía, fotografía...


    1- Función de las ilustraciones

    1/En el plano formal

    Lejos de ser un arte menor, la ilustración del libro tiene un puesto importante en la historia del desarrollo de las artes plásticas. La miniatura, por su sentido del espacio, por la precisión del dibujo, por la ciencia de las agrupaciones, por su observación minuciosa de la realidad, por el juego de colores, ha contribuido al desarrollo de la pintura y de la escultura. Emile Mále ha mostrado estupendamente cómo han influido el Apocalipsis y sus Comentarios adornados con miniaturas, a partir del siglo IX, no sólo en los programas iconográficos de los escultores románicos y góticos, en los tapices, las vidrieras o el arte del esmaltado, sino que han constituido también auténticos repertorios de formas para todas estas artes. Las miniaturas -influidas, a su vez, por las de los manuscritos sirios o egipcios- han fascinado la imaginación de los artistas por sus colores y sus extraños dibujos, que están en el origen de todas las figuras teratológicas (centauro, sirena...) de inspiración pagana.

    2/Función didáctica

    Manuscritos tales como el Speculum Humanae Salvationis y la Biblia de los Pobres (de la que existen numerosas versiones), tras haber tenido ediciones xilográficas, han ejercido una auténtica función didáctica sobre los grandes pintores flamencos: en los talleres de Van der Weyden y de Van Eyck había ejemplares de estas obras. La ilustración, destinada primeramente a facilitar la comprensión del texto, ha acabado por ocupar la mayor parte de la superficie del libro, y se ha reducido el texto a la función de leyenda explicativa. Ciertamente, la ilustración juega un papel importante sobre la imaginación colectiva, gracias a su popularización en el libro impreso.

    La prensa comprendió enseguida la función de la imagen en el texto. Recurrió a la ilustración y creó, desde 1833 (en Francia), los periódicos ilustrados, como Le Magasin pittoresque, Le Monde illustré, lillustration, etc. En nuestros días, la gran prensa recurre cada vez más a la ilustración con el fin de impresionar -frecuentemente de manera abusiva- la imaginación del espectador.

    3/Función en la estética del libro

    Aliadas con la caligrafía en el manuscrito, y con la tipografía en el libro impreso, las ilustraciones contribuyen a su belleza: las letras adornadas, las cenefas de contorno, los frontispicios, las ilustraciones finales, las imágenes, etc., contribuyen a hacer del libro un objeto de armoniosa perfección y, a menudo, un objeto precioso para el bibliófilo. Incluso hay libros que deben su valor más a sus ilustraciones que a su texto. Y otros grandes libros, como la Biblia, Le songe de Poliphile, Gargantúa, Pantagruel, La Divina Comedia, Don Quijote, Robinson Crusoe o Fausto, han recibido una cierta renovación de su popularidad merced a las ilustraciones de Mantegna, Bellini, Delacroix, Grandville, Gustave Doré...


    II - Relaciones entre la imagen y el texto

    Aunque a menudo el artista se contenta con ilustrar literalmente el texto (como sucede en la época romántica, en la que Théophile Gautier proclamaba de manera perentoria que el ilustrador "no debía ver más que con los ojos de otro"), también a menudo, por el contrario, debe dar muestras de capacidad de invención y creación. Sobre todo en las recopilaciones poéticas ilustradas por grandes artistas, se puede advertir que hay más una relación de complicidad entre el autor y el ilustrador, que una relación de dependencia (como sucede en las recopilaciones de Apollinaire Le Bestiaire ou Cortége d'Orphée, 1911, ilustrado por Raoul Dufy, Alcools, ilustrado en 1934 por Marcoussis, o Cornet à dés, de Max Jacob, 1917, ilustrado por Picasso). En tales ocasiones, como ha escrito Paul Eluard, "el pintor no renuncia a su realidad, como tampoco a la realidad del mundo. Se encuentra ante el poema como el poeta ante el cuadro. Sueña, imagina, crea. Y, de pronto acontece que nace el objeto virtual a partir del objeto real, y aquél, a su vez, se hace real; ambos son imagen de lo real para lo real". ('Physique de la poésie', en Minotaure, invierno de 1935.) El ilustrador, con sus propios medios -los del lenguaje plástico-, se hace acompañar entonces por un lector que interpreta el texto y le da una nueva prolongación. A menudo se ve obligado, por estar comprometido en un diálogo creativo, a rechazar la transcripción literal del texto.

    Esto explica que algunos autores rechacen absolutamente el que sus obras sean ilustradas, pues ello supondría el peligro de una traición a su pensamiento, especialmente en los lugares en los que se han preocupado por ocultar lo que podría ser representado por una ilustración. Así, Flaubert escribía a Jules Duplan, con virulencia: "La persistencia de Lévy en pedirme ilustraciones me provocó una ira imposible de describir. ¡Ah!, ¡que me presente al tipejo que hará el retrato de Aníbal y el dibujo de un sillón cartaginés! (...). No valía la pena emplear tanto arte en dejar todo en la vaguedad, para que venga ahora un bruto a destruir mi sueño con su precisión inepta". Pero tras su muerte, las obras de Flaubert fueron ilustradas.

    No obstante, no toda ilustración es destrucción de un sueño. La ilustración del libro -en particular del libro poético- puede incitar al lector-espectador a un "delirio de imágenes": las imágenes formales creadas por el ilustrador se mezclan con las imágenes mentales provocadas por el texto; y aquellas imágenes formales engendran nuevas imágenes mentales. (Véase Gérard Bertrand, L'illustration de la poésie à l'époque du Cubisme,París, 1971.)

    Noèmi Blumenkranz.

    Fuente: voz Ilustración, en Diccionario Akal de Estética, Madrid, Akal, 1998, pp. 667-668
     
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    El ABC del ilustrador

    "Te gusta dibujar, disfrutas haciéndolo. No te es difícil comenzar: coger lápices y pinceles para ti no supone ningún esfuerzo, al contrario. Además, ¡te haría tanta ilusión ver tu trabajo publicado! Quién sabe, quizás algún día podrías renovar el panorama artístico con tu obra. Para ti, ilustrar, más que un trabajo es un placer. Y, lógicamente, has decidido convertirte en ilustrador profesional. ¡ENHORABUENA!

    Pero ¡cuidado!, porque entonces te integras en un colectivo que lo que realiza es un trabajo, un oficio ni más ni menos que cualquier otro y, por tanto, está lleno de trampas para los no iniciados. Solucionarás más fácilmente las dificultades si tienes siempre claro qué es un ilustrador, con quién trata, por qué, y cómo tiene que hacerlo. Para ti, pues, este abecedario.

    A)

    Los ilustradores somos profesionales
    que ofrecemos nuestro trabajo a cambio de una retribución económica.

    Y debemos tener siempre presentes estos tres principios fundamentales:

    * Nadie puede quedarse con nuestra obra, ni imprimirla, ni difundirla fuera de las condiciones pactadas con nosotros. El nuestro es un trabajo de creación. Es decir: cuando realizamos una ilustración cada uno de nosotros lo hace de una forma absolutamente original. Somos los creadores de nuestras obras y, por tanto, los dueños.
    * Nunca debemos quitar valor a nuestra obra. Cuando nos publican un trabajo no es para ayudarnos. Ninguna empresa difundiría una obra si no esperase obtener de ella un rendimiento económico.
    * Nunca debemos hacer un trabajo que vaya contra nuestras propias ideas. Nuestra obra es pública y nos comprometemos no sólo como artistas, sino también como personas.

    B)

    Las personas o empresas que se interesan por la difusión de nuestra obra
    lo hacen porque esperan un rendimiento económico de ella.

    Tres cosas que hay que saber del cliente:

    * Atendiéndonos no nos hacen un favor: es su trabajo.
    * Cuando nos publican una obra es porque ésta tiene un mínimo de calidad, en el caso contrario, no lo harían. No debemos consentir que argumentos del estilo “te estamos haciendo un favor” se usen para rebajarnos el precio. Ni trabajar nunca gratis con la promesa de trabajo futuro; quien no paga ahora, difícilmente lo hará más adelante.
    * Una prueba es un encargo. Cuesta tiempo y trabajo y, como tal, se debe cobrar.

    C)

    El auténtico valor de las imágenes que creamos
    es el número de veces que son reproducidas.

    El contrato es el medio legal que tenemos a nuestro alcance para controlar la explotación de nuestra propia obra. Es el siguiente paso que hay que dar una vez que hemos salido de la entrevista con el cliente. NUNCA DEBERÍAMOS TRABAJAR SIN CONTRATO. Ahora bien, un contrato hay que saber entenderlo y valorarlo: Es necesario tener en cuenta qué se da y qué se recibe; qué alcance tiene la explotación, para cuántos países y lenguas; el importe del anticipo; la duración… Como norma de oro, RECUERDA tres cláusulas que no deben faltar nunca en tus contratos:

    1. El número máximo y mínimo de ejemplares de que constará la edición o ediciones que se pacten.
    2. El importe de tu remuneración. Este ha de ser siempre proporcional al alcance de la difusión de la obra. No hay precios absolutos; la norma es CUANTO MAYOR SEA LA DIFUSIÓN, MAYOR SERA LA REMUNERACIÓN.
    3. El compromiso por parte del cliente de hacer constar en la cubierta o en un lugar destacado tu nombre o pseudónimo.

    Si falta alguna de las dos primeras cláusulas, el contrato puede considerarse NULO.
    En los casos en que los contratos no son frecuentes (en publicidad, por ejemplo), especifica SIEMPRE en las facturas cuál es la utilización concreta para la que has hecho tu dibujo y cuál es el ámbito geográfico que abarcará.
    ¿Qué más?

    Ahora ya sabes qué quieres tú y qué quiere el cliente. Has asumido los principios necesarios para iniciar una relación laboral y recibes tu primer encargo. Necesitas, no obstante, saberlo recoger y valorar adecuadamente: Aparte de cuestiones básicas como tomar nota de las medidas y de la fecha de entrega, hay otros datos que debes tener presentes como las características técnicas: número de colores, medio al que está destinado, posibilidades de reducción o de ampliación…, etc.

    Hay, todavía, otros detalles que todo profesional debe tener en cuenta a la hora de promocionarse: Estar bien informado, disponer de un book esmerado y de una lista de direcciones en las que poder ofrecer su trabajo… etc."

    Fuente: <a href="http://www.fadip.org" target="_blank">http://www.fadip.org</a>
     


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